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Los 12 de Mercedes


Por: María Camila Paladines Pérez









El número de Mercedes Camacho es el 12. El 12 de junio de 1936 nació en Yacopí, municipio de Cundinamarca. Es La tercera de 12 hermanos, de los que hoy solo quedan cinco: Humberto, Gladys, Marta y María del Carmen. Tenía 12 años cuando, junto a su familia, tuvo que salir de sus tierras en la época de la Violencia por una amenaza de muerte contra su padre por pertenecer al Partido Conservador.


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Son las 3 de la tarde de un miércoles 11 de septiembre de 2019. Abre el portón de hierro color café que separa su casa de la calle. Avergonzada, por haber olvidado el encuentro, Mercedes me invita a pasar a la sala. Ya sabe de qué hablaremos, y sin tapujos empieza a contar…


Esteban Camacho Urbina y Mercedes Moyano de Camacho, son los nombres de sus padres. Del primero habla maravillas, como si fuese su eterno héroe. Expresa el orgullo que siente recordando que él regalaba mercados, mataba reses y compartía la carne, y a nadie le cobraba un peso. Era uno de esos hacendados de Cundinamarca. Dueño de ‘Los Hoyos’, una finca compuesta por varias fincas más, ubicada en una vereda de Yacopí, llamada Alsacia. “Una persona siempre muy honesta en sus negocios, ¡sí!, muy trabajador… mucha gente lo apreciaba en la región…”, rememora Mercedes.



En Los Hoyos, Mercedes creció rodeada de abundancia: ganado, cerdos, caballos de paso, cientos de gallinas, cultivos de yuca, de papa, de plátano, centenas de hectáreas verdes. No tiene queja de su niñez, fue verde, fue bonita, fue feliz.


En la última etapa de su infancia, cuando tenía entre 9 y 10 años, fue internada en un colegio en La Palma, municipio de Cundinamarca. Los sábados iba a visitarla su hermana mayor, Elvia. La sacaba del internado, se la llevaba a su casa –donde tenía una sastrería– y la devolvía los domingos en la tarde. Todo era tranquilamente monótono.


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Luego de la llegada a la presidencia del conservador Mariano Ospina Pérez, y el asesinato del adalid liberal Jorge Eliécer Gaitán, inició una de las épocas más violentas de Colombia. Innumerables masacres, asesinatos, violaciones, jaqueo de tierras, despojo de tierras, quema de pueblos enteros, conformación de guerrillas. La violencia tocó a la nación. Su foco principal fueron los departamentos centrales: Caldas, Cundinamarca, Boyacá, Antioquia, Tolima, Valle del Cauca, y los Santanderes. Una batalla absurda entre partidos políticos. Una guerra que cobró un incontable número de víctimas, así lo relata Antonio Caballero en el libro Historia de Colombia.



Para entonces, Mercedes seguía en La Palma. “Estaba ahí. Salimos de Yacopí porque allá nosotros fuimos muy perseguidos. En esa persecución le avisaron a papá que... que lo iban a matar. Que iban matando a todos los que fueran conservadores, y que iban para allá”, dice ella con la voz entrecortada.


Los liberales se robaron todo. Incendiaron las casas del pueblo. Asesinaron familias enteras. Mercedes perdió a gran parte de su familia. Prefiere no entrar en detalles, pero insiste en que a un primo que era muy bueno, muy sano, “lo mataron de una forma espantosa”. Uno de sus tíos perdió a todos sus hijos. Ella no entendía nada, aún no comprende qué pasó. Lo único que sabe es que todo ocurrió por la política.


Esteban Camacho –su héroe– y su madre, alcanzaron a coger a sus hermanos. Pasaron por La Palma a recogerla a ella. Lo único que tenían era lo que llevaban puesto. Sin finca, sin cultivos, sin ganado, sin caballos, sin gallinas, sin cerdos. En sus bolsillos, tan sólo 9 mil pesos que le alcanzaron a dar a su padre por todas sus tierras. Ni tiempo, ni valentía tuvieron para exigir más. Era eso o la muerte.



Asustados llegaron a Samaná, municipio de Caldas. Los recibieron en casa de unos familiares maternos. No vivían bien, era mucha gente para un solo techo. En esa casa duraron mucho tiempo, Mercedes no recuerda exactamente cuánto, pero deja claro que a pesar de todo fue “un buen tiempo”.


Mercedes respira hondo y con los ojos aguados relata: “nos fuimos para Samaná. Llegamos en una pobreza espantosa. Y allá, pues, figúrese, pasando necesidades. Mis hermanos estaban pequeños: Esteban y Eduardo. Nos tocó irnos para allá a pasar muchas pero muchas necesidades... sin nada. Con lo que le dieron a papá, allá se compró una finquita, que eso era pues.... un ranchito, el puro piso era de tierra, porque figúrese con eso ¿qué podía uno comprar?”.



Camacho, el padre de Mercedes, no vivía tranquilo viendo a su familia en ese estado. Y como buen hombre del campo, retomó labores. En ese ranchito empezó a cultivar café; luego lo vendía en el pueblo. Compró ganado. Poco a poco empezó a recuperar parte de lo que habían perdido. Incluso se llegó el día en el que pudo comprar una finca nueva, más grande, más linda, más cómoda, cerquita a la carretera.


A los 15 años Mercedes se fue de casa. Reconocía que Samaná era un pueblo tranquilo, rico para vivir, pero para ella no era suficiente. Siempre fue una mujer muy bella, incluso ahora. Tenía pretendientes detrás suyo todo el tiempo, entre esos un señor, un borracho que la quería desposar. Pero casarse joven no era una opción. Y aunque fue dura la vida y lograron salir adelante, tenía claro que lo mejor para ella era irse del pueblo. Se sinceró con su familia, hizo maletas y tomó camino a Bogotá.


Mercedes no tiene claras las fechas, pero sabe que después de algunos años de estar radicada en la capital, sus padres y uno de sus tíos –que había quedado sin familia por la guerra–, también llegaron a Bogotá. Juntos compraron un lote grande en el barrio Santa Lucía, donde no estuvieron pocos meses. Después, la familia se volvió a reunir.


De esa época los recuerdos son más nítidos. “Nosotros siempre fuimos como muy unidos, sí. Fue una época muy bonita porque todos nos juntamos. Vivíamos en el Quiroga (barrio del sur de Bogotá). Mi hermana vivía como a dos cuadras de la casa, mamá también vivía cerca, una prima que era directora ahí del Colegio Parroquial del Quiroga… otros familiares y toda la familia estábamos cerca”.


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Hoy, Mercedes vive en Modelia, un barrio del noroccidente de la capital, con Sarita, una gata golpeada, coja, vieja, muy cariñosa. Es viuda.Tiene 83 años. Va sola a los supermercados, hace las labores de la casa. Como fiel creyente y buena devota, va a misa todos los días a las 5 de la tarde. Tiene sus achaques, sinusitis crónica y un aneurisma, pero para ella no son impedimento.


Tiene 83 años, 3 hijas y 3 nietos. –Y me separé... yo duré 10 años y después ya me tocó a mí enfrentar todo. Pero él era un hombre muy irresponsable, tenía muchas mujeres, dejó como 12 hijos con diferentes mujeres. Y sí... fue dura también, fue otra etapa muy dura–, aclara Mercedes. Es una mujer berraca, no le da miedo nada, a excepción de morir sola. E insiste, en varias ocasiones, que fue una bendición haber salido de los pueblos.


–Mí Mercedes fue una mujer muy trabajadora. Desde muy joven se interesó por la estética, lo que la llevó a tener su propio salón de belleza. Toda su vida se dedicó a su negocio. Es una mujer muy estricta y disciplinada, tranquila y de un temple muy fuerte; comenta Adriana, la menor de sus nietas, cuando le pregunto por su abuela.


Mercedes, la mujer del número 12, no escogió nacer en Yacopí 12 años antes del Bogotazo. Tampoco escogió un partido político. Mucho menos escogió la guerra. Pero, después de tanta atrocidad que tuvo que enfrentar con su familia, lo que sí eligió fue no mirar atrás.





Por: María Camila Paladines.

Dibujo por: Vanessa Martínez.






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